14/1/17

Querida desconocida



Querida desconocida,

Te estoy escribiendo esta carta y todavía no sé cómo te llamas. De hecho no nos conocemos, o quizá sí, quién sabe. No sé dónde vives ni dónde trabajas o trabajarás ni tampoco dónde estudias o estudiaste, ni tan solo sé qué es de tu vida en este momento. Ni siquiera sé el color de tus ojos, de tu pelo o la forma de tu sonrisa. Ignoro también tu forma de vestir, de hablar, de andar o de pensar. Desconozco qué te gusta y qué no. Cuál es tu color favorito. Si tienes perro, gato, pez o tortuga. Si eres más de viernes noche o de sábado por la mañana. Si prefieres sofá, manta y peli o quizá tumbona, sombrero y libro. Quizá eres hija única o quizá no. Quizá te vea pronto o quizá pasen muchos años. Quizá ya te he visto o quizá tu a mí. Quizás, quizás, quizás.


Te estarás preguntando que por qué te escribo esto entonces, si está claro que eres un enigma para mí. Pues la verdad, para darte las gracias. ¿Las gracias? Sí, las gracias. Que no conozcas a alguien no significa que no puedas agradecerle algo. Es de bien nacido ser agradecido ¿no? Además, habrá pocas cosas mejores por las que dar las gracias que por el motivo que yo tengo.

Te escribo todo esto porque, lo creas o no, eres muy especial para mí. Incluso podríamos llegar a decir que eres lo más importante de mi vida. Fantaseando un poco con los extremos, podríamos llegar a decir que eres más importante que mi vida. Y pensarás ¿quién soy yo y por qué demonios alguien me ha escrito esto? Tranquila, no estoy loco...bueno eso es discutible, aunque espero que en el buen sentido de la palabra. La explicación es muy simple. Tan simple y a la vez tan complicada como los conceptos de perfección, todo, nada, siempre y nunca. Me explico en breves, no te preocupes.

Tú eres la persona con la que decidí pasar el resto de mi vida, aunque teóricamente eso no lo he decidido aún porque, como ya te he dicho, no sé quién eres. Te escribo esto desde el pasado, aunque para mí en estos momentos es el presente, pero sin embargo te hablo como mi yo futuro así que... dejemos los tiempos aparte. No sé si esto lo ha hecho ya alguien antes pero apuesto a que sí, si tengo en cuenta que dicen que está todo inventado ya. Pero claro, eso la gente lleva diciéndolo desde antes de Internet, de los teléfonos inteligentes y de las redes sociales. De todas formas, no importa. Escribo esto porque sí. ¿Y por qué no? Si tengo que darte las gracias mejor empezar a escribirlo ahora, que entre todo lo que te tengo que decir y lo que me cuesta explicarme a veces, se me irá el tiempo.
Resulta que para cuando recibas esta carta yo tendré unos años más de los que tengo ahora, habré cambiado bastante físicamente y mentalmente, pero lo que más me gusta es que me habrás cambiado tú también. Por muchos motivos un día habré decidido que quiero compartir mi vida contigo a largo plazo y eso ya es mucho porque tal y como soy ahora, me cuesta decidir y comprometerme con cualquier cosa que me retenga en el espacio y/o el tiempo.

Si he decidido lo que he decidido no es casualidad. Es porque me habrás cambiado, para bien por supuesto. Habrás matizado mi carácter seguramente, limando las asperezas de mi forma de ser, queriéndolo o sin querer. Me habrás aportado comprensión, no hay duda. Estoy seguro de que tendrás que haber sufrido mis defectos -de lo contrario no estarías ahí para darte a leer todo esto-. Te habrás hecho querer, habrás hecho que te quiera más que a nada en el mundo. Me habrás enamorado más de una vez con tu forma de mirar, de hablar, de entender, de conversar, de escuchar, de sentir y de vivir. También pequeños detalles me habrán hecho quererte, por muy estúpidos e insignificantes que parezcan, y es curioso porque aún no sé cuáles fueron. Perdona que sea tan desordenado al describir pero no me negarás que en las cosas que emocionan el orden escasea, como esos papeles rotos por todas partes cuando un niño recibe su regalo por Navidad o Reyes, o ese abrazo de aeropuerto entre dos seres queridos que hacía años que no se veían y que tira maletas al suelo. Déjame decirte que los ejemplos no serían los más adecuados pero supongo que la idea ya queda plasmada.

La verdad es que mientras escribo siento desde envidia a felicidad, pasando por cierta tristeza y algo de esperanza. Envidio a mi yo del futuro, que sí que te conoce y puede darte esta sorpresa. Envidio que te pueda mirar cada mañana y cada noche. Envidio que él pueda pronunciar tu nombre y yo no. Le envidio por tenerte tan cerca y que estés tan lejos de mí, aunque debería estar tranquilo pues llegaré un día u otro. Envidio los momentos que ha pasado contigo y cómo ha sufrido sin ti. Anhelo tener esos recuerdos y no sabes cómo me desespera eso a veces, aunque prometo ser paciente. Tengo ganas de saber dónde te conoció y a la vez me reconforta que sea una sorpresa. La curiosidad me mata, ya lo sabes, y por eso estoy ansioso de ser ya él. Sólo hay un problema: para ser él primero debo hacer bien de mí, así que creo que de esa envidia sale la esperanza. La esperanza de saber que si hago bien de mi -sólo faltaría que no pudiera interpretar el papel de mi vida...literal- lograré estar ahora mismo donde está él y recordar esta carta que te escribí.

A pesar de que me siento feliz por él, no puedo dejar de estar triste porque sé que todo lo que viviré próximamente será poco más que el camino que me ha llevado a ti, cosa que no me quita la esperanza ya que bien está lo que bien acaba. Aun así, sé que conoceré desconocidas que creeré que son tú pero no lo serán, como ya bien sabrás a estas alturas. Eso quizá sea lo peor, las ilusiones que me haré y que me romperán pero oye, así es y será la vida y como he dicho, nada importa si ahora estoy donde quiero estar, que es a tu lado. Creo que me estoy yendo por las ramas con tanta frase grandilocuente...no me lo tengas en cuenta. Intentaré volver al mensaje sencillo.

A todo esto, yo estaba intentando darte las gracias ¿verdad? Pues gracias, gracias por segunda, tercera y enésima vez. Gracias por estar aquí, por ser como eres, por encontrarme o dejarte encontrar, por quererme y por aguantarme. Gracias y también perdón. Perdona por los enfados que me habrás visto pasar, perdona si alguna vez te he hecho sufrir -seguro que no ha sido voluntariamente-, perdona si te he hecho enfadar a ti también, si me he puesto tozudo o me ha vencido mi orgullo.

Perdona que no te escriba todo lo que siento en esta carta, pero creo que hay demasiado que agradecer, pocas entradas en el diccionario y sinceramente, creo que hay cosas que no se pueden explicar con solo palabras. Perdóname muchas cosas pero sobretodo una: que te haya hecho esperar tanto. Porque todo esto, si es como yo me lo imagino, no puede ir en una sola dirección. Por eso tengo una pregunta que hacerte:

¿Quieres que seamos dos desconocidos?





D.

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