No pienses en un elefante, no pienses en un tenedor, no te imagines ni por un momento un lápiz o un bolígrafo, ni siquiera pienses en una jeringuilla. ¿En qué estabas pensando? ¿Te has dado cuenta? Ahora que no se te venga a la cabeza un plato, ni un vaso, ni platos que sean platos ni vasos que sean vasos ni el alcalde que quiere que sean los vecinos el alcalde. No hay duda que piensas en alguien que yo me sé. ¿Todavía no ves por dónde voy? Pues atento, que te lo explico.
Vamos a hacerlo de otra forma, piensa en un cocodrilo, ¿lo tienes? ¿si? Bien, pues ahora piensa también en una pelota, una portería, un campo de fútbol, en lo mal que están en Venezuela, en el 'problema catalán', en el color de los calzoncillos de Cristiano Ronaldo y en el color de pelo de Messi. ¿Me vas siguiendo ahora? ¿Más o menos? A ver si me explico mejor...
Hagamos la última prueba: si piensas en un cocodrilo ¿verdad que no se te viene a la cabeza un elefante? Lógico. De la misma forma que cuando te digo pelota no piensas en un tenedor; cuando te digo portería no piensas en un lápiz o un bolígrafo y cuando te digo campo de fútbol no se te ocurre que te pueda estar hablando de una jeringuilla. Ahora sí, ¿verdad?
Pues efectivamente, si te digo que pienses en una pelota, probablemente te esté hablando de fútbol y no de los millones de personas que no tienen qué comer o que hacen lo imposible para llegar a fin de mes, literalmente por desgracia . Por eso te hablo de una portería, porque no quiero que pienses ni por un momento en la educación de este país, ni en el fracaso escolar, ni en el nivel de cultura que tiene nuestra sociedad. También por eso te hablo de campos de fútbol, que es algo sencillo, para que no pienses en la sanidad y lo que a veces se quiere hacer con ella, poniendo en riesgo algo tan importante como la vida en sí misma. Pero oye, que no todo es fútbol, porque te puedo hablar también de lo mal que lo pasan en otros países y te sientes a gusto, ¿a que sí? ¿a que no has pensado en lo mal que estamos? Porque claro, en el país de los ciegos, el tuerto dice ser el rey. Y espera, que tengo más: ¡Qué malos son los catalanes, que se quieren ir! ¡Qué malos los españoles que quieren que nos quedemos! En este punto, ya me vas pillando las ironías supongo, así que déjame hacer las últimas: ¡Ese color de calzoncillos le queda horrible, por favor! Pero oye, no tan horrible como el rubio platino del otro, no me vayas a comparar... Y mientras tanto, nadie piensa en el señor de "España es una gran nación y los españoles muy españoles y mucho españoles"...en fin.
Basta ya de ironías, que ya me estoy cansando a mi mismo. A lo que quería llegar es a que si alguien -pongamos un político, no me preguntes por qué- verdaderamente no quiere que pienses en algo, no te va a decir que no pienses en ello, sino que te va a decir que pienses en otra cosa. Así funcionan los magos por cierto: nada por aquí pero por allá ya te la he colado. Este juego de manos es tan usual en política que yo mismo caigo en él a veces, a sabiendas de que tengo al mago delante. Y la verdad es que me da mucha rabia tanto el hecho de caer yo como el hecho de que hay muchísima gente siendo engañada de verdad con esto. Es como ver a un trilero por la calle, que ya piensas "pobres turistas, acaban de perder la cartera", claro que en este caso no es por el trilero en sí, que también, sino por los compinches que se ponen a robar aprovechando el barullo de gente. Menos mal que los políticos solo nos engañan...ejem ejem. Ya lo ves, en el artículo de hoy quiero poner el punto de mira sobre las famosas cortinas de humo y te preguntarás ¿por qué demonios no lo ha puesto ya en el título? Pues la respuesta es sencilla, ¿cómo habría llenado todos estos párrafos si fuera así? Ajá, te he pillado.
Las cortinas son algo peligroso por dos motivos. El primero es el que ya he dejado entrever: piensa en esto y no en aquello, pon la vista aquí y no allí y mírame la izquierda que la derecha ya te ha quitado el reloj, la cartera, el cinturón que te habías apretado, los pantalones que te habías bajado, la cuenta corriente, el dinero aportado al Estado, la luz, el agua, el gas y el futuro de tus hijos -si es que los hubiere o hubiera-. Magnífico truco, todo hay que decirlo. La segunda razón es el otro uso de las cortinas de humo, el de aquel que en todos lados ve cortinas de humo, las haya o no. Es ese uso de aquel que le digan lo que le digan, son cortinas de humo para atacarle y para que nadie vea lo malo que es el atacante. Es otra forma del "y tú más", simplemente. Una y otra forma de negar los hechos forma gran parte, desgraciadamente, de la política actual. Estamos en un momento de ataques y defensas, de manipulaciones por todos lados y de trucos rastreros por aquí y por allá, y no sólo de los trileros políticos, sino también de sus ayudantes, los identifiques o no.
Más allá de meterme en el escabroso tema de la política, quiero recalcar la necesidad de ser críticos en una sociedad que cada vez inspira menos confianza, en la que hay más trileros que turistas, en la que los trileros ya no juegan con monedas o pelotitas, sino con números, cifras, datos, personas, vidas y mentiras. Una sociedad que a veces no solo se intenta adoctrinar desde el Estado u otras organizaciones (algunas cuya mención ya me incitaría a redactar más de un artículo), es que ya se priva de cultura y conocimiento ella sola. En todo este embrollo los medios de comunicación tienen un papel fundamental y es que para alguien poco crítico, algo desinformado quizá o con la mente cerrada simplemente, aquello que lee en un periódico o aquello que ve y escucha en la televisión es la verdad absoluta y a partir de ahí crea su poco criterio. Ya no sólo hay que escoger qué medio de comunicación queremos oír, sino que debemos tener en cuenta quién o qué hay detrás y si puede tener algún que otro interés, aplicando nosotros el filtro necesario a aquello que nos llega y buscando si hay algo que no nos cuentan -piensa otra vez en el elefante-.
Por todo esto y mucho más, mi sugerencia es que deberíamos mirar delante y detrás de las cortinas, buscando elefantes, tenedores, lápices, bolígrafos, jeringuillas, cultura, educación, sanidad, datos, cifras, verdades y mentiras. Deberíamos levantar no solo los tres vasos del trilero, también vaciarle los bolsillos, las mangas y revisar la mesa, por si acaso. Además, deberíamos estar atentos a nuestro alrededor, por si los compinches distraen o meten mano en nuestra cartera, maleta, mochila o bolso. Y por último, que no menos importante, no solo te salves tú del engaño de los magos y sus preciosas ayudantes. Intenta que aquellos que tienes cerca se vuelvan críticos, aunque el criterio no sea el mismo, pero que no se dejen engañar por el primer ilusionista que les haga brillar los ojos y les prometa el oro y el moro.
A todo esto, pido perdón al gremio de magos e ilusionistas por compararlos con la clase política.
Por cierto, ¡ni se te ocurra pensar ahora en un elefante de 64 colores, eh!
D.
Las cortinas son algo peligroso por dos motivos. El primero es el que ya he dejado entrever: piensa en esto y no en aquello, pon la vista aquí y no allí y mírame la izquierda que la derecha ya te ha quitado el reloj, la cartera, el cinturón que te habías apretado, los pantalones que te habías bajado, la cuenta corriente, el dinero aportado al Estado, la luz, el agua, el gas y el futuro de tus hijos -si es que los hubiere o hubiera-. Magnífico truco, todo hay que decirlo. La segunda razón es el otro uso de las cortinas de humo, el de aquel que en todos lados ve cortinas de humo, las haya o no. Es ese uso de aquel que le digan lo que le digan, son cortinas de humo para atacarle y para que nadie vea lo malo que es el atacante. Es otra forma del "y tú más", simplemente. Una y otra forma de negar los hechos forma gran parte, desgraciadamente, de la política actual. Estamos en un momento de ataques y defensas, de manipulaciones por todos lados y de trucos rastreros por aquí y por allá, y no sólo de los trileros políticos, sino también de sus ayudantes, los identifiques o no.
Más allá de meterme en el escabroso tema de la política, quiero recalcar la necesidad de ser críticos en una sociedad que cada vez inspira menos confianza, en la que hay más trileros que turistas, en la que los trileros ya no juegan con monedas o pelotitas, sino con números, cifras, datos, personas, vidas y mentiras. Una sociedad que a veces no solo se intenta adoctrinar desde el Estado u otras organizaciones (algunas cuya mención ya me incitaría a redactar más de un artículo), es que ya se priva de cultura y conocimiento ella sola. En todo este embrollo los medios de comunicación tienen un papel fundamental y es que para alguien poco crítico, algo desinformado quizá o con la mente cerrada simplemente, aquello que lee en un periódico o aquello que ve y escucha en la televisión es la verdad absoluta y a partir de ahí crea su poco criterio. Ya no sólo hay que escoger qué medio de comunicación queremos oír, sino que debemos tener en cuenta quién o qué hay detrás y si puede tener algún que otro interés, aplicando nosotros el filtro necesario a aquello que nos llega y buscando si hay algo que no nos cuentan -piensa otra vez en el elefante-.
Por todo esto y mucho más, mi sugerencia es que deberíamos mirar delante y detrás de las cortinas, buscando elefantes, tenedores, lápices, bolígrafos, jeringuillas, cultura, educación, sanidad, datos, cifras, verdades y mentiras. Deberíamos levantar no solo los tres vasos del trilero, también vaciarle los bolsillos, las mangas y revisar la mesa, por si acaso. Además, deberíamos estar atentos a nuestro alrededor, por si los compinches distraen o meten mano en nuestra cartera, maleta, mochila o bolso. Y por último, que no menos importante, no solo te salves tú del engaño de los magos y sus preciosas ayudantes. Intenta que aquellos que tienes cerca se vuelvan críticos, aunque el criterio no sea el mismo, pero que no se dejen engañar por el primer ilusionista que les haga brillar los ojos y les prometa el oro y el moro.
A todo esto, pido perdón al gremio de magos e ilusionistas por compararlos con la clase política.
Por cierto, ¡ni se te ocurra pensar ahora en un elefante de 64 colores, eh!
D.
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